ANDY GOLDSWORTHY


Goldsworthy (Chesire, Inglaterra, 1956), trabaja con la levedad. Sus materiales de trabajo, asi como sus herramientas de esculpir, son elementos de la naturaleza. Su obra, cuyo telón de fondo es el espacio abierto natural, es temporal: luego de la elaboración y la documentación fotográfica, los materiales (hojas, hielo, piedras, espinas para unir ramas o juncos), vuelven de forma natural al ambiente al cual pertenecen, debido a la acción de elementos que también juegan un rol en su obra: temperatura, viento o simplemente tiempo.

Su obra no altera el espacio donde fueron hechas, y desde su visión comenta que su intervención es solo una capa más de lo que ya está ahí y que finalmente esta misma capa será cubierta por una capa nueva que la naturaleza con su intervención dejará encima de lo que él hizo.



La documentción fotográfica es la permanencia de su obra. Los elementos que conforman su obra, en cambio, son efímeros: la arena, hielo, hojas y troncos.


Rìos y Mareas (Rivers and Tides)



Ríos y mareas es un sensual y poético viaje por el mundo y la mente del reconocido escultor Andy Goldsworthy, artista británico que desde hace veinte años crea obras de arte en bosques y cauces de ríos de todo el mundo, sin otras herramientas que sus manos. Utilizando materiales de la naturaleza, Goldsworthy obtiene magníficas e ingeniosas creaciones a base de pétalos, madera, hojas, piedras o hielo moldeados por la luz del sol, las mareas o la humedad. Esta película a modo de documental del proceso de creación de este genial artista ecológico, representante del movimiento Land Art, nos muestra no sólo el proceso de creación sino las sensaciones que acompañan al artista. Rodada en diferentes lugares de Francia, Escocia, Canadá y Estados Unidos donde Goldsworthy crea sus obras. El director Thomas Riedelsheimer lo acompañó durante un año para documentar sus improvisados procesos creativos y capturar el resultado espectacular de sus trabajos en unas imágenes sobrecogedoras y de una belleza fuera de lo común.



La semilla de piedra a modo de huevo, ya sea sobre el hielo o frente a una playa donde la marea la engulle, nos recuerda que el arte efímero del artista se integra en la naturaleza, incluida en la belleza del entorno, donde con sus manos se compone a modo de una pincelada tan mágica como profunda. En otra ocasión son restos de ramas de árbol los que le permiten crear un particular iglú circular de ramitas que, al estar construido cerca de la costa de Nueva Escocia, se funde con el oleaje marino y sale flotando por la entrada de la marea. Este fenómeno sirve a Goldsworthy de excusa para advertirnos sobre lo intangible de la naturaleza y la necesidad de acercarnos a ella sin pretensiones, pero saboreando todo su esplendor en cada momento del año. Y es que su único objetivo creador es el de entender la naturaleza participando de ella. En un momento del film somos testigos de varios intentos fallidos, por ejemplo, cuando una sola piedra agregada hace que todo el trabajo se derrumbe y cómo a cada intento la marea va acercándose hasta que exige que se haya de volver otro día para iniciar nuevamente la creación. El artista también habla con la cámara, de modo que es como si conversara con el espectador, al cual informa sobre sus ideas: su deseo de sentir las energías presentes en la naturaleza y de trabajar con ellas sin más pretensión que saber que su trabajo sucumbirá en última instancia al tiempo o a la marea, a las estaciones cambiantes o al viento que sopla. Andy Goldsworthy añade: “Disfruto de la libertad de simplemente utilizar mis manos y las herramientas que encuentro en la propia naturaleza como, por ejemplo, una piedra afilada, una pluma o espinas. Aprovecho las oportunidades que cada día encuentro: si está nevando, trabajo con la nieve, en otoño aprovecho la caída de las hojas; un árbol sin hojas se convierte en una gran fuente de ramas pequeñas y grandes. Me paro en un determinado punto o me pongo a recoger materiales, porque siento que en ese lugar hay algo por descubrir. Ahí es donde creo que puedo aprender.”
Sus obras no hacen sino realzar o más bien focalizar un punto concreto que complementa el espectáculo natural. La creación le exige adaptarse a la propia esencia de la naturaleza, como las esculturas realizadas con hielo, que requieren empezar a trabajar antes de la salida del sol a temperaturas muy bajas. De este modo, el proceso natural interactivo que crea con las esculturas que se funden con el paisaje se convierte en en última instancia en parte de este. Así lo podemos observar con el cono de piedra situado en una landa de helechos que va mutando a medida que estas plantas empiezan a crecer, hasta hacerlo desaparecer para finalmente volver a dejar la obra de arte desnuda en un paisaje hivernal.

Sin embargo, para Goldsworthy, es el río el mejor elemento para seguir el paso del tiempo en la naturaleza. Deja claro que en un río podemos observar el transcurrir lento y pausado del tiempo a la vez que el agua nos transporta con su energía. Las luminosas y verdes hojas de avellano, enlazadas entre ellas con ramitas, le sirven para crear una impresionante "serpiente verde" que se desenrosca y viaja a merced de la corriente fluvial en un baile orgánico de una plasticidad que emociona.

Para ganarse la vida con su proceso creativo, Goldsworthy documenta su creación en fotografías que son el testimonio de su intervención. Porque cada tabajo crece, permanece y desaparece al fundirse con el entorno. Pero antes de desaparecer, las intervenciones del artista se integran en el ciclo vital, como las pozas fluviales llenas de flores amarillas o teñidas de rojo por el efecto de la piedra de hierro molida. La cinematografía, en este caso, nos proporciona una visión gloriosa, poética y mucho más sentida que una simple ojeada a un álbum fotográfico. Aquí, el documental de Riedelsheimer sirve además de estímulo visual para comtemplar estas ideas, a la vez que nos comunica los temas filosóficos del acercamiento de Goldsworthy al arte. La película desafía al espectador a mirar el mundo con una visión artística para infundir vida, con un entusiasmo, creatividad y vigor sin parangón. La naturaleza, y el arte se convierten en la excusa para entender la naturaleza participando directamente en ella de la manera más íntima posible, por ello sus creaciones tienen el mismo carácter efímero que los propios cambios de la naturaleza.
 
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